En tu vida, habrás tenido que transitar más momentos de duelo de los que a lo mejor se te vienen a la cabeza. Pero, si estás leyendo esto ahora, quizás es porque necesites entender mejor de lo que hablamos cuando hablamos de duelo.

Para mí, hablar del duelo es complicado. No me gustaría caer en escribir generalizaciones o consejos que puedes seguir para “superar un duelo”. Si algo tienen los duelos, es que son únicos. Es difícil describir el dolor de la pérdida en palabras, es imposible querer hacer encajar el proceso en una lista de cosas que van a pasar. Como también es imposible ponerle plazos al dolor cuándo nos preguntamos cuánto tiempo tiene que pasar para “superarlo”.

Y si tú, que estás leyendo esto, estás atravesando una pérdida, déjame decirte que tu dolor es único y que, aunque voy a tratar de entenderlo, no me puedo poner en tu lugar... Pero estaré ahí para acompañarte en lo que necesites.

También me gustaría decirte que, aunque las personas que te rodean no comprendan del todo lo que te pasa y, a veces se enreden en el mensaje que te dan, es la manera que tienen de querer ayudarte y acompañarte. No les apartes de tu vida. 

¿Qué es el duelo?

Parece que la palabra “duelo” procede del término en latín dolus y, aunque su etimología es de origen dudosa, adquiriría el significado de dolor. Y hace referencia a la etapa que atravesamos cuando experimentamos una pérdida. Es común asociar el duelo a la muerte de un ser querido, pero también hablamos de duelo cuando perdemos un trabajo, nos trasladamos a vivir a otro lugar, en una ruptura sentimental, etc… cuando afrontamos un cambio (ya sea sobrevenido, o algo que hayamos elegido conscientemente).   

Este dolor del que te hablo es una reacción natural (y necesaria) de tu organismo, que necesita cierto tiempo para procesar lo que ha pasado y para adaptarse a una nueva realidad que puede ser desgarradora y difícil de asimilar.

Es habitual que venga acompañado de emociones y sensaciones que generen mucho sufrimiento, y que pueden ser muy diferentes para cada persona. De hecho, no suele haber una linealidad o constancia en lo que sucede, si no que el organismo va intentando encontrar el equilibrio yendo de una emoción a otra como puede para asimilar lo que ha pasado. Como un equilibrista con una pértiga que está tratando de caminar sobre una fina cuerda... necesita encontrar su equilibrio y lo hará balanceándose de un lado a otro para poder llegar al otro extremo de la cuerda.   

Las emociones tras la pérdida

Como te decía, es normal que se experimenten emociones muy diferentes desde que uno recibe la noticia de la pérdida y pueden ir cambiando con el día a día, o momento a momento. Es importante entender que todas las emociones necesitan ser validadas y comprendidas en el contexto, aunque no obedezcan del todo a la razón.

Por ejemplo, es frecuente que aparezca rabia. Es una forma de lidiar con lo que percibimos como injusto de la pérdida. Por ejemplo, nos podemos enfadar con los médicos que atendían a mi familiar antes de que se muriese, o incluso con la persona que se ha muerto porque ya no está conmigo...

Muchas veces aparecerá la culpa. Porque necesitamos buscar respuestas a lo que ha pasado. Por ejemplo, la culpa hacia los otros (“es que deberían haber hecho...”) o la culpa con nosotros/as mismos/as (“¿cómo no me di cuenta de...?”).

La tristeza es esa emoción que viene cuando conectamos con la pérdida como tal. Quizás la pérdida por la persona que se ha ido, la pérdida por el proyecto de vida que teníamos juntos, la pérdida de nuestra propia identidad...

Emociones que tendemos a silenciar a menudo en el duelo tienen que ver con el alivio. Por ejemplo, una parte de nosotros/as puede conectar con el alivio cuando la muerte de mi ser querido viene después de una larga enfermedad. Sentir este tipo de emociones, a veces se enreda con la culpa, pero forman parte del proceso y son igual de necesarias que las demás.

También puede ser muy confuso experimentar emociones más agradables cuando encontramos momentos de menor sufrimiento o momentos de bienestar. Estas emociones no quieren decir que te vayas a olvidar de aquel o de aquello que has perdido y puede sorprenderte sentirte así. Pero... también es necesario.

Permitir que aparezcan diferentes emociones y permitirse conectar con ellas, nos ofrece la posibilidad de encontrar ese equilibrio que te mencionaba antes. Necesitamos momentos de conectar con el dolor de la pérdida, pero, en este proceso, también necesitaremos momentos de conexión con la vida.

Es normal que necesites tiempo y que este camino asuste. Date permiso para ir aprendiendo, a tu ritmo, con tus tiempos, y, sobre todo, con los apoyos que necesites.

Si estás lidiando con alguna pérdida y crees que puedes necesitar un apoyo, puedes contar con nuestra mano para ayudarte a encontrar el equilibrio.

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